Ladislao Biro, el inventor del bolígrafo

26/Ago/2016

Lic. Adrián Epstein (CCIU)

Ladislao Biro, el inventor del bolígrafo

El bolígrafo fue inventado por Lászlo Jószef Biró (quien castellanizó su nombre como Ladislao José Biro), nacido en Budapest (Hungría) el 29/9/1899. Hijo de un dentista judío y una cristiana fue, según sus propios relatos, un personaje multifacético. Trabajó como mecánico dental; inició estudios de Medicina e Ingeniería; fue escultor, pintor, corredor de automóviles, hipnotizador, periodista. Registró 32 inventos, entre los que se cuentan un lavarropas, una transmisión automática para automóviles (que fue comprada y archivada por la General Motors para evitar que compitiera con su sistema propio), artefactos micromecánicos, un sistema de levitación magnética para trenes, el napalm, la resina fenólica, un método para la separación de isótopos.
Biro habría concebido la idea del bolígrafo cuando notó que las bolillas de vidrio con las que jugaban unos niños marcaban nítidas líneas de agua cada vez que cruzaban un charquito. A lo largo de toda la década de 1930 desarrolló en Europa varios prototipos basados en la “sencilla” idea de escribir haciendo rodar una bolilla entintada, principio de funcionamiento afín al usado por las imprentas rotativas con que se imprimen los periódicos, obteniendo allí su primera patente en 1938. Ese mismo año, en un hotel de un balneario de Yugoslavia, un huésped (Juan Jorge Meynes, quien sería su socio húngaro) lo vio escribiendo con su invento y se interesó mucho en la idea. El otro huésped era el entonces presidente de Argentina, Ing. Agustín Justo, quien lo invitó a radicarse en su país. En 1939 Biro debió abandonar Hungría para escapar del gobierno pro-nazi, trasladándose primero a París y, luego de la entrada allí de los alemanes, a Argentina, donde arribó en mayo de 1940 gracias a la ayuda de Justo.
En sus primeros intentos fracasaron, la birome perdía tinta y manchaba camisas, sacos, documentos. Llegaron a venderla con un vale para la tintorería. El público dijo no. Luego de un año de pruebas e intentos, Agustín IR Justo no pudo ayudarlos más y se abrió del proyecto. Biro debía cerrar la fábrica, pero era un hombre con demasiado empuje como para quedar en la lona después del primer puñetazo.
Era 1941, cuando reunió a los treinta y dos obreros de su fábrica y les contó, con absoluta franqueza, los problemas que estaban viviendo, les dijo que él quería seguir. Les advirtió que no podría pagarles hasta que la cosa resultara y preguntó si, a pesar de todo, alguno de ellos lo acompañaría en la aventura.
Todos los acompañaron y en 1941 se le encontró la solución y nació el primer bolígrafo “antimancha”, inclusive funcionaban en los aviones, cosas que no ocurría con las lapiceras comunes de aquella época. El invento se hizo muy popular e inclusive les hicieron un reportaje para la revista Time de EE.UU.
Ya en Buenos Aires, con su socio húngaro Juan Jorge Meynes, creó la Sociedad Sudamericana Biro para continuar perfeccionando su invención. Para ello debió desarrollar tanto las máquinas con que producirlas (en particular, la engarzadora de las bolitas), como una tinta que fluyera con facilidad pero al mismo tiempo fuera de secado rápido. La primera versión comercial se produjo en 1941 con el nombre Eterpen. En 1945, habiendo hecho mejoras muy significativas a la Eterpen, vendió por dos millones de dólares los derechos de su producto a la empresa Eversharp-Faber, que lo comercializó como Birome (combinación de los nombres de Biro y Meynes), denominándolo genéricamente “esferográfica”. Como sucede con la marca de los productos exitosos (como la Aspirin, el cierre Relámpago y la Gillette) “birome” fue la denominación popular de lo que más tarde, al aparecer productos similares de otras marcas, se denominó bolígrafo.
En la Argentina, el 29 de septiembre, fecha de nacimiento de Biro, se decretó como el día del inventor.
Fuentes: “El bolígrafo de Biro”, Dr. Carlos Eduardo Soliverez, Diario Río Negro (Argentina), 28-9-2006.
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